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CÓMO PIENSAN LOS PREDADORES
La principal desventaja de un ciudadano común contra un predador no está en que el otro sea más grande o más fuerte o que no tenga experiencia combativa. El mayor obstáculo es que el ciudadano común va a jugar según las reglas y el predador no. Esto no es un defecto, sino una señal sanidad. Jugamos con reglas civilizadas que son muy buenas y nos permiten vivir en paz y de forma cooperativa.
El problema es que los predadores en la sociedad miran la vida de una forma muy diferente.
En general nos referimos a los sociópatas como personas con desórdenes psicóticos hacia los demás. Lo importante aquí es resaltar que la mente de un sociópata no funciona igual que la de una persona normal.
Un sociopáta se caracteriza principalmente por una completa falta de aceptación de la moralidad y las reglas sociales. A esta persona no le preocupa hacer trucos sucios. No opera con el mismo conjunto de creencias sociales que una persona normal.
Sin exagerar, no es imposible que usted conozca a algún sociópata.
Tendemos a pensar que la violencia sube in crescendo: me grita y le grito, me empuja y lo empujo. Me tira un golpe y le tiro otro. Si esta progresión se lleva muy lejos, pueden ocurrir situaciones fatales.
Pero el sociópata sabe que se puede apuñalar a alguien en cualquier momento y lugar, y sin pasar por ningún proceso en ascenso.
Cualquier persona puede llegar a unos niveles de ira ciega que terminen con la muerte de alguien. El sociópata puede llegar a matar sin necesidad de nada de eso.
En realidad, la violencia está siempre disponible. No sólo para el sociópata, sino también para usted. Pero hay que estar dispuesto a usarla cuando hace falta. Y hay ocasiones en que esto es lo único que tiene sentido hacer.
No es que los sociópatas sean más listos o más fuertes que el resto, es que saben lo que quieren y que si usan la violencia lo pueden conseguir. Saben que si te amenazan te asustarás, te congelarás, y le darás lo que te pidan. Entienden cómo usar la violencia para lograr el resultado que buscan.
Una persona común que sepa cómo usar la violencia no se va a convertir por eso en un criminal. Más bien, ante la amenaza de un predador no se va a congelar, ni asustar, sino que lo lesionará hasta su total incapacitación.
Una persona común con esta mentalidad no dudará en actuar al instante cuando su vida está en peligro. Se podrá proteger a sí mismo y a sus seres queridos.
Piense en una pelea en un bar, aunque no haya estado nunca involucrado en una. Los participantes gesticulan como monos, se gritan oprobios, pero en el fondo no quieren dañarse seriamente. Es clásico en la violencia antisocial.
En comparación, la violencia asocial es brutalmente directa y económica. Comienza sin aviso, bruscamente y no para. Los videos de violencia asocial nos hacen sentir mal porque somos personas civilazadas. Allí no hay "honor" ni "pelea limpia", sino algo horrible donde se mata y se muere.
¿Cómo saber ante qué tipo de violencia uno se enfrenta? En un caso es un asunto de posturas y egos; en el otro, se trata de sobrevivir. El gran problema es cuando se confunden ambas, cuando no sabemos la diferencia entre competir y destruir.
La violencia antisocial proviene de posturas y egos, se acompaña de gritos, dramatismo, y se reconoce al instante. Se le puede ver venir, y evitar si uno desea. Si no te puedes escapar o irte, esas situaciones se pueden manejar usando las herramientas sociales de comunicación que todos conocemos. Ese tipo de "negociación" la hemos hecho muchas veces en la oficina, manejando, en el hogar. Todos sabemos capitular, pedir disculpas, y tratar de evitar que una discusión se convierta en una pelea física.
Lo importante es que para la mayoría de las situaciones de violencia antisocial, hay opciones. Todo está en controlar las emociones y no dejar que el ego nos domine. Se puede sobrevivir a este tipo de violencia, tal vez con un golpe o un empujón. Por supuesto, también se puede morir en una pelea de bar o en una discusión de tránsito, pero es altamente improbable.
La violencia asocial, por otra parte, no se puede tratar con herramientas sociales y es mucho más difícil de sobrevivir a ella. Negociar con un predador es como discutir con una bala: viene hacia ti, no la puedes desviar con palabras. Si alguien ha decidido atacarte a muerte, capitular sólo le hace el trabajo más fácil. Este es el tipo de violencia más peligrosa y la que hay que tratar de evitar de todas formas.
Al escuchar historias de violencia enseguida se distinguen dos grupos: los que han sobrevivido confrontaciones de vida o muerte, y los que han participado en la violencia como un deporte o un juego.
El primer grupo habla rara vez sobre el evento. Y cuando lo hacen son brutalmente honestos, y casi siempre enfatizan el miedo que sintieron. Dejan claro que se vieron forzados a actuar porque no tenían otra alternativa aceptable. No los vas a escuchar nunca alardear por haber sobrevivido, y aunque pueden haber actuado de forma heroica, no lo van a ver así. Se consideran afortunados de haber sobrevivido, y esperan no verse nunca más en una situación similar.
Los que se han visto involucrados en la violencia antisocial, por otra parte, con frecuencia cuentan la historia en forma anecdótica, ilustrada. Dan la impresión que están listos para participar de nuevo para defender su reputación, un puesto en el parqueo, o ante una bebida derramada en un bar.
¿Por qué las respuestas tan diferentes?
El primer grupo estuvo en contacto con la parte más brutal y aguda de la violencia: no hay elección, no hay retirada, o peleas o mueres. No es algo agradable ni para el recuerdo.
El segundo grupo eligió la violencia. Tomaron una situación que no es una amenaza para la vida y respondieron con violencia. Disfrutan esto como un acto de dominancia, por el deseo de controlar a otros. Por supuesto, la situación podría escalar a una de vida o muerte. Pero en este caso, usar la violencia como respuesta fue una elección deliberada. Esto pasa cuando se deja que el ego dicte la acción. Es por eso que disfrutan la victoria.
Toda persona en su sano juicio aborrece la violencia, y no se la desea a nadie. Eso no implica, sin embargo, que no deba aprender a usar la violencia pues podrían haber momentos en la vida en que ese conocimiento se necesita desesperadamente. Y mientras más competente sea una persona entendiendo todos los tipos de violencia, es menos probabre que la encuentre o que pierda su tiempo usándola en situaciones asociales.
Por muy desagradable que sea, es importante ver algunos videos de violencia asocial. Uno no puede creer que haya gente capaz de tanta maldad. Quiere creer, y se engaña, que eso no podría ocurrirle a usted o a alguien que conozca.
Es por eso que uno no debe gritar al un chofer agresivo, o pelear por un parqueo. Si resulta ser un sociópata, estará mejor equipado que usted para tratar lastimarlo.
Una vez que usted entiende cómo funciona la mente de un sociópata, da un paso críticamente importante en vivir la realidad y estará preparado para reconocer y evitar la violencia, y para sobrevivir en aquellos raros casos en los que se llega al punto de no retorno.
La lección aquí es que hay una realidad subjetiva: el mundo en el que creemos vivir, creado sobre la base de nuestras experiencias y observaciones; y una realidad objetiva: el mundo tal como es. Una persona que nunca ha experimentado la violencia real, la inimaginable, todavía puede estar viviendo en el mundo subjetivo.
Una vez que se entiende la diferencia entre la violencia antisocial y la asocial, es difícil confundirlas. Pero aun queda el riesgo de confundir las acciones antisociales de las aciones asociales. Las acciones antisociales son amenazantes y potencialmente peligrosas, pero aun hay la posibilidad de lidiar con ellas usando habilidades sociales básicas. Las acciones asociales, por el contrario, son del tipo "matar o morir".
En esencia, la diferencia está en la comunicación. El comportamiento antisocial está todavía dentro del concepto de comunicación, aunque en su peor extremo. Significa que aunque el otro te esté amenazando (por ejemplo, apuntándote con un arma y pidíendote la billetera), se está comunicando de alguna manera. Si fuera un acto asocial ni se molestaría en pedirte la billetera: te mata y se la lleva.
Si se usan las habilidades sociales para tratar con situaciones antisociales, se puede bajar el gas a la situación y salir del paso dando al otro lo que pide, y pudiendo salir de ahí ileso. Pero hay un riesgo inherente al tratar con este tipo de situaciones. No siempre las habilidades sociales funcionan.
Si la situación pasa a la violencia física, ya está en el campo de la violencia asocial. En este caso, no hay comunicación, sólo acción. El objetivo no es dialogar, es terminar la interacción.
La única forma de ganar control sobre una situación así es que sea uno el que hace uso efectivo de la violencia. La única forma de asegurar el éxito es infligir al atacante un daño objetivo y seguir haciéndolo hasta que no esté funcional.
No hay áreas grises aquí. Si tienes la oportunidad de responder con violencia estás frente a una situación antisocial. Cuando no tienes otra opción válida, entonces es asocial.
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