Es hora
que los líderes enfrenten con honestidad los hechos brutales de la realidad
actual, en particular, por qué la empresa no cumple con sus metas.
Las explicaciones de por qué las metas no se cumplen, suelen estar equivocadas: problemas de actitud, de calidad, de servicio al cliente… o que su competidor está gastando una inmensa cantidad de dinero para sacarlo del juego. Pero todas esas explicaciones no tocan la verdad brutal: la empresa tiene un problema con su cultura.
Y, si estos problemas no se enfrentan, la cultura se hace aun más inoperante; nadie dice la verdad, nadie se interesa por resolver el problema de fondo. Pero es
la responsabilidad del gerente saber por qué realmente está ocurriendo.
Los gerentes se equivocan al tratar el problema cultural como un asunto de rendimiento de las
personas. Los líderes de esas empresas no pueden
o no quieren mirar la cultura, y eso por eso se mueven de una iniciativa a otra,
cambian la estructura, y escriben nuevos objetivos estratégicos, a los que
nadie hace caso.
Ninguna
de esas acciones está tratando de reparar lo que realmente está mal. Ningún
programa de recompensas o castigos va a
arreglar el problema cultural. Nada se va a componer hasta que no se plantee de
frente y claro el verdadero problema.
Pero a ningún gerente le gusta admitir que "tenemos una cultura
pésima. Ya nadie quiere trabajar aquí." Prefieren permanecer en negación porque han crecido en la creencia que, si algo va mal, es la falla de alguien. Y temen mucho aceptar que sea la
suya propia.
Diez señales que la empresa tiene un
problema de cultura:
1. En la empresa un día es "bueno" cuando se cumple la rutina.
No discutimos sobre nada, no se trata de mejorar algo, de asumir nuevos riesgos, dejar de hacer cosas que no
agregan valor.
El éxito se define por lo que imponen los de arriba, y los que
hacen el trabajo no pueden ponerse sus propias metas, ni decidir cuál es la
mejora manera de hacer el trabajo.
2. La empresa tiene una política y un procedimiento
para todo. Cada uno está acostumbrado consultar antes de decidir algo.
Culturalmente, la empresa se asemeja a una prisión de baja seguridad, y no a una comunidad de colaboradores
creativos en busca de un propósito común.
3. Cuando la gente se va, no hay casi discusión al
respecto.
La salida de un empleado, aunque sea brusca e inesperada, no lleva a
una conversación donde se pregunte "¿Por qué ocurrió esto? ¿Cómo es la calidad de vida en esa área? ¿Qué deberíamos mejorar?
Los empleados temen mencionar el nombre de su ex-colega, como si es persona hubiera dejado de existir.
4. El departamento de Recursos Humanos (si es que existe) se dedica temas "duros"
Recursos Humanos se dedica a las reglas y las
políticas, la compensación y los beneficios, expedientes, nóminas, y otros
temas "duros".
Los temas "blandos", tales como conflictos,
carga de trabajo, balance vida/trabajo, choques entre roles, objetivos/metas en
conflicto, y ambiente del trabajo no son del interés de Recursos Humanos.
Los empleados no van a Recursos Humanos con sus preocupaciones y sugerencias; los jefes, por su parte, ven el trabajo de Recursos Humanos como algo sin relevancia.
5. Los gerentes pasan su tiempo supervisando más que
haciendo coaching o dando retroalimentación a su gente.
Todos saben que cuando el
gerente habla, no puede ser cuestionado. A los "líderes" no le
interesa saber lo que piensa la gente, ni entender cómo se sienten. El único
mecanismo de RA disponible es la Evaluación del Desempeño una o dos veces al
año, con la que no se logra tener una conversación honesta entre el directo y
el directivo, ni fomentar la confianza entre ellos.
6. Se le presta gran atención a pequeñas cosas.
El
código de vestir, las horas de llegada y salida, son grandes temas. Nadie habla
de la energía tóxica que se respira en la empresa, pero todos la viven. El ausentismo y la rotación de personal son señales muy
seguras de una cultura rota.
7. Todo lo que hacen los empleados se quiere medir y
evaluar.
Los se sienten vigilados, no entienden por qué se les miden tantos detalles, ni por qué se les recuerda a cada rato que "si no quieren hacer bien el trabajo,
hay muchos más fuera dispuestos a hacer lo mismo, hasta por menos dinero."
8. Los gerentes tal vez conocen la parte técnica del
trabajo, pero no tienen ninguna formación en dirección de personas.
Por eso, y a falta de otra guía, dirigen a ciegas. Nadie está feliz. No se aprende de los errores. Los gerentes no estudian, ¿para qué? (Creen que NO es responsabilidad de ellos).
9. No hay una buena comunicación interna
Hay planes y proyecciones y estrategias
para todo... que no se comunican a las bases. Son frecuentes los malos entendidos y que las cosas no se coordinen entre las áreas.
10. Los empleados no se sienten seguros
Los empleados reciben señales claras de que su
permanencia en el puesto está en manos del gerente, y que sus vidas personales
son su problema particular. Pero, a pesar de ello, siempre están siendo
presionados para que entreguen parte de su tiempo personal en tareas de la
empresa. O se les dice siempre: "tus asuntos personales los ves en tu
horario libre.”
Lo que se puede hacer
Se puede
resolver fácilmente un problema cultural (aunque puede llevar tiempo) si la gerencia es capaz de salirse del
marco convencional donde el gerente da las órdenes y los empleados las
ejecutan.
No se necesita gran cosa: La solución a un problema
de cultura es coraje.
Lleva a que los líderes estén
dispuestos a decir: "Hemos permitido que florezca la cultura actual, que
se ha desintegrado a un extremo intolerable. De eso tenemos que hablar,
queremos hacerlo y vamos a arreglar este problema."
Es fácil crear veracidad en la empresa: basta que
puedas decir, cualquiera que sea tu puesto, lo que creas a ti mismo y a tus colegas. Y que se pueda hablar de
manera franca y clara sobre la situación actual, por muy brutal que sea. Sin
perder la fe en que se puede resolver, con la participación de todos.
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